miércoles, 7 de abril de 2010

Lo que enseña

Relacionado con mi comentario anterior, Arcadi Espada ofrece, en el diario El Mundo, un excelente análisis de los sucedido en Seseña y la frustración y desconcierto para algunos/as que produce no poder calificarlo de "violencia machista", aunque con el tiempo quizas encuentren algún resquicio. Este es el artículo que reproducto en su integridad:

"El crimen de Seseña. A su luz siniestra se ve muy bien hasta qué punto resulta confortable tener un robusto sintagma a mano. Por ejemplo ese de «violencia machista» No significa nada y lo que pudiera significar sería falso. Pero cómo consuela. Cuántas circunstancias aterradoras, inexplicables, cuánta dolorosa confusión se diluye en esas dos palabras. «Violencia machista» y la tranquilizadora conclusión (más tranquilizadora que un best seller nórdico) de que los hombres odian a las mujeres y es natural que algún ejemplar de la brutal especie concrete de vez en cuando su odio. El sintagma habría servido, incluso, para el propio crimen de Seseña, en la hipótesis, obviamente, de que el asesino hubiese sido un varoncito: como violencia machista habría sido incluido en las estadísticas. Es más; incluso si víctima y verdugo hubieran compartido sexo masculino la maligna inferencia macha se habría producido entre líneas a poco que una silueta de mujer anduviera de soslayo entre los móviles.

En Seseña no hay sintagma posible. Es inútil ensayar con «violencia infantil.» En nuestra época es un oxímoron. El niño es el inocente número uno. Si «violencia machista» es la violencia que comete el macho, «violencia infantil» es la violencia que cometen sobre el infante. A la precocidad del criminal se añade su sexo. Y el sexo de la víctima: de haber sido verdugo la niña y varón el muerto por alguna rendija boomerang habría vuelto el machismo. Nada, no es posible. No hay palabras. Podría inventarse la elegante categoría de la «violencia inefable», pero no dejaría de ser un relativo fracaso para los taxónomos taxidermistas.

Así pues, sin palabras, observamos con muy incómoda desnudez los hechos que se conocemos. Dos niñas se citan a una pelea en una fábrica abandonada. Como es corriente con los animales la más fuerte gana la pelea: le da una paliza, le corta las venas, la tira a un pozo y la deja allí desangrándose, sin avisar a nadie. Hay un indicio interpretativo final: miembros de la policía dicen que la niña asumió su crimen con frialdad, como si perteneciera a otro. Ante la desnudez aparecen los taparrabos políticos. Si hay que reformar la Ley del menor. Si se debe legislar en frío o en caliente. O los sociológicos, del buen Gabilondo: «Hay que revisar los valores.» Estas del ministro son palabras tan elevadas que no se les ve el fondo; en realidad sólo dan por hecho que alguien, en algún lugar del mundo, enseña que es bueno cortarle las venas a las compañeras de colegio.

El frío de admitir una naturaleza psicópata a los catorce años, y qué hacer con ella."

Arcadi Espada

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. El problema es que los ideólogos de moda (también llamados progresistas) han establecido un dogma ideológico, un modelo progresista de la realidad y cuando no encaja, se redefinen palabras y conceptos, se reinterpretan, ignoran o niegan los hechos, hasta que todo encaje con exactitud milimétrica en el modelo progre.

    Pero la realidad sigue su curso, ajena a la labor interpretativa de los progresistas. Lo malo es cuando tenemos al rey de los progresistas de timonel del barco, intentando conducirnos por entre acantilados afilados y guiándose únicamente con el mapa de la realidad emanado de las mentes calenturientas de sus mentores ideológicos.

    Saludos.

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